El diario El País en su versión para Brasil publicó un polémico reportaje que muestra las duras normas que tienen que cumplir las niñeras y el personal de servicio de un selecto club de campo que reúne a las familias más acomodadas de Río de Janeiro. El texto ha generado una gran controversia pues muestra algunas discriminaciones que se vienen generando hace años en este tipo de lugares.
Gabriela es la protagonista de esta historia. Ese no es su nombre real pues la mujer pidió cambiar su nombre para evitar complicaciones en su trabajo. Con 29 años, ella trabaja como niñera de dos niños pequeños de tres años y cuenta que no sabe como explicarles que tiene prohibido sentarse en los cómodos sillones en las que ellos se sientan a ver televisión.
Según cuenta el reportaje, esta colorida y cómoda sala de juegos llena almohadones y sillones no cuenta con una placa de prohibición pero es casi un acuerdo tácito:
“Los empleados conocen y saben las “reglas invisibles” que garantizan el orden en el Ipanema Country Club. Y cumplen un papel clave: “Mantener cada uno en su lugar”.
Así describe Gabriela esta dificultad:
“El problema para mí no es sentarme en el suelo, no. Para mi es complicado porque los niños suelen dormirse en mi regazo mientras ven la televisión. Entonces, ya que no puedo sentarme, tengo que hacerlos dormir antes en otro lugar, y luego los dejo en el sillón puf”.
Según cuenta el reportaje este exclusivo club de campo cuenta con 850 miembros que pagan 1200 reales que cuesta la mensualidad. Y para ser aceptados dependen de un estricto proceso de selección y el desembolso de cerca de 400 mil reales de inscripción.
Las niñeras como Gabriela pasan días completos en este lugar junto a los niños que deben cuidar, incluso sin sus padres.
“En la rutina invisible de decenas de niñeras que frecuentan el Country Club, un lugar inspirado en las agremiaciones de caballeros aristocráticos de Inglaterra, no importaría a nadie que una de ellas fuera expulsada del baño un sábado, el día 20. La niñera en cuestión estaba ahí ayudando a bañar a tres niñas (de 5, 7 y 10 años) de unos socios. El caso fue expuesto en el diario O Globo y generó una polémica monumental… “Es la política de la casa, el cuarto de baño es “únicamente para los miembros que dejan sus pertenencias allí“, explicó el club”.
Y el caso ahora podría ser resuelto por Ministerio del Trabajo de Brasil:
“Para ellas, vestidas de blanco de pies a cabeza, su lugar es el “baño de los niños de hasta 10 años” porque no hay lugar específico para los empleados. “No tenemos mucho tiempo para ir al baño, pero varias niñeras, en casos de emergencia, usan el baño restringido. Eso no debería ser un problema“, dice Gabriela. “Nunca he sido impedida, pero sabemos que no podemos y terminamos respetando. Algunos incluso se aguantan [el deseo de ir al baño]”. Alertado, el Ministerio de Trabajo ha abierto una investigación sobre si el club puede ser acusado de discriminación“.
Gabriela además dice que este tipo de medidas siempre han sido así y que al final no vale la pena quejarse porque necesitan el sueldo.
“Esta historia del baño viene ya hace mucho tiempo pero nadie quiere reclamar. Trabajamos, corremos detrás del niño, les damos de comer, los cuidamos, jugamos, vestimos, limpiamos y los hacemos dormir… es triste pero no tenemos tiempo para sentirnos ofendidas. Tengo que pagar las cuentas”.
Aunque el ritmo de trabajo es alto la protagonista del reportaje cuenta que está feliz con su trabajo a pesar de tener que ser “invisibles”:
“Gabriela trabaja cuidando niños ajenos desde los 15 años. Ella duerme en el apartamento de sus jefes y se demora cerca de dos horas en autobús en regresar a su casa. Trabaja de 15 en 15 días pues trabaja durante los feriados y algunos fines de semana. Gabriela tiene una hija de siete años y un niño de tres años que, en ausencia de la madre, son criados por su abuela. Recibe 1.200 reales en su cuenta, más otros 1.800 que los patrones pagan por fuera. Tiene aguinaldo y vacaciones. A ella le gustan sus empleadores, se siente bien tratada, pero se queja de que muchos miembros del club no le digan siquiera “buen día”. “Somos invisibles, ¿sabes? La indiferencia con nosotros es enorme. La gratitud sólo se siente por los niños…”.
Una socia del club que no quiso identificarse también esgrimió sus razones respecto a las políticas del club hacia las niñeras:
“Las niñeras son nuestras amigas. La misma niñera que se encargó de mi hijo cuida hoy a mi nieto“, dice un miembro veterano del club que no se quiere identificar. “Pero aquí hay que tener un orden“. Esta orden parece romperse cuando algunos niñeras hacen “coas absurdas”. Entre ellas, no tirar la cadena después de orinar, dejar la tapa del inodoro abierta o dar gritos al perder la paciencia con los niños. Otras, inclusive, relata la señora, piden “la mejor comida” diciendo que es para los chicos, pero ellas se la terminan comiendo. “La prohibición de usar el baño no es humillar, es con el fin de no convertirlo en un desastre. Algunos niñeras no tienen educación“, explica la socia”.
Para Gabriela este argumento es absurdo y dice que sólo hace falta con un letrero que diga que las personas tiren la cadena y que no es necesario prohibir el ingreso de las niñeras. Y el reportaje cierra con una cita bastante dura:
“El tono combativo, más resignado, de Gabriela se quiebra al final de la conversación, al ser preguntada por el tiempo que pasa con sus hijos lejos de las piscinas y canchas de tenis. Ella llora. “Me perdí el cumpleaños de mi hijo. Era el Día de la Madre, y yo estaba aquí en el club. Trabajando”.
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Post y Contenido Original de : UPSOCL
Una niñera brasileña reveló las discriminadoras normas de un selecto club de campo de Río de Janeiro
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