El temblor más reciente se produjo a 160 kilómetros (100 millas) de la costa, a la altura del límite entre California y Oregon, en los Estados Unidos. Tuvo una magnitud de 6,2 puntos en la escala Richter; no dañó estructuras en tierra ni mereció un alerta de tsunami. Sin embargo, causó inquietud porque fue la actividad sísmica número 70 que se registró en 48 horas en el peligroso Anillo de Fuego del Pacífico, y el número 15 de más de 4,5 puntos, lo que se considera un sismo de importancia.
Los científicos han advertido en varias ocasiones que la actividad en este cinturón que recorre las costas del océano —Oceanía, Asia, América del Norte, Central y del Sur—, cuyo lecho se halla sobre placas tectónicas en fricción, que causan intensa actividad sísmica y volcánica, pueden causar un efecto dominó. El temor principal es que California sufra un terremoto devastador, como el que en 1906 destruyó la ciudad de San Francisco: los medios estadounidenses lo llaman el Big One (el Grande).
Esa parte del continente, que se extiende hacia el sur en la península de Baja California, en México, se asienta sobre la gran Falla de San Andrés, de 1.300 kilómetros. Es el límite tectónico entre la placa Norteamericana y la placa del Pacífico, y su fricción causa grandes movimientos.
En el Cinturón de Fuego, que cubre 40.000 kilómetros (25.000 millas) hay 452 volcanes, más del 75 % de los que existen en el mundo: allí se concentran 9 de cada diez terremotos y 8 de cada 10 de los más terribles. En estos dos días los países afectados fueron Indonesia, Bolivia, Japón y las islas Fiji, además de la costa oeste de los Estados Unidos. Pero la extensión del accidente abarca muchos otros países.
Entre ellos Canadá, México, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina, en América; también Rusia, Japón, Taiwán, Filipinas, Indonesia, Malasia, Timor Oriental, Singapur, Papúa Nueva Guinea, Samoa y Nueva Zelanda.
La intensa actividad reciente del Anillo de Fuego se conoció por el registro del Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS), que informó también sobre uno sumergido a tal profundidad (560 kilómetros, o 347 millas) que se evitaron los daños que hubiera causado en Fiji y Tonga, ya que fue de 8,2 puntos. Siete movimientos afectaron el Anillo de Fuego en Indonesia, uno en Bolivia y otro en Tonga.
Una larga lista de movimientos importantes en los últimos meses ha comenzado a causar preocupación. En enero, el volcán Mayón entró en erupción en las islas Filipinas, y causó 75.000 evacuados; volvió a hacerlo en julio y ha seguido lanzando lava al rojo sobre las poblaciones cercanas, de las que hubo 40.000 evacuados.
También en enero la erupción del Kusatsu-Shirane en Japón, unos 150 kilómetros al noroeste de Tokio (casi 100 millas) causó la muerte de una persona y dejó más de 15 heridos. Ese mismo mes el Agung, en Indonesia, que había soltado ceniza desde noviembre, manifestó cuatro erupciones; otro volcán del país, el Sinabung entró en erupción en febrero, con tanta fuerza que la nube de cenizas se elevó unos 5.000 metros (16.000 pies) y la parte superior de la montaña voló, de manera tal que cambió de forma.
Indonesia también sufrió un terrible terremoto (dos, en realidad, con diferencia de un mes; uno de ellos a gran profundidad, en julio, por lo cual causó menos daños) en agosto, en la isla de Lombok, que causó más de 300 muertos. En Hawai, el volcán Kilauea obligó a evacuar viviendas, abrió grietas humeantes y dejó ríos de lava en mayo, mientras que en junio el Volcán de Fuego, en Guatemala, causó más de 110 muertos.
En México se registraron dos terremotos en febrero: uno de 7,2 puntos y otro de 5,9 puntos (no hubo muertos como consecuencia directa del fenómeno, pero 13 personas murieron en un accidente de helicóptero tras un vuelo de evaluación), mientras que al otro lado del océano, en Taiwán, se registraba otro de 5,3 puntos, que dejó 17 muertos.
A continuación, un terremoto cerca de la costa de Alaska afectó a Canadá y Hawai. Por su intensidad —8,2 puntos de magnitud— hubo una alerta de tsunami. En febrero, un terremoto de 7,2 puntos afectó Papúa Nueva Guinea: hubo 15 muertos, deslizamientos que produjeron fracturas en la tierra y derrumbes de edificios. Dos meses antes el cielo se había cubierto de vapor y ceniza por la erupción del volcán Kadovar, que forzó 600.000 evacuados, y en julio hubo otro terremoto, de 5,4 puntos, que por haber sucedido a 10 kilómetros de profundidad no causó daños mayores.
Aunque USGS no ha emitido un alerta para la ciudadanía estadounidense, en Californa se registraron 11 terremotos recientes, que oscilaron entre 2,8 y 5,6 puntos Richter. Las observaciones continúan porque las acciones de volcanes y terremotos en el Anillo de Fuego pueden interactuar.
La geóloga Emily Brodsky, de la Universidad de California en Santa Cruz, dijo a Vox en febrero que, si bien la actividad múltiple no es infrecuente en una zona tan activa, “una erupción volcánica puede causar temblores, y un gran temblor puede sacudir la cámara de magma debajo de un volcán”, como sucedió en Chile en 1960: el volcán Puyehue-Cordón Caulle entró en erupción 38 horas después de un terremoto de 9,6 puntos.
En California, una ruptura en la falla de San Andrés podría provocar un terremoto de 9 puntos acompañado por un tsunami, advierten los sismólogos. Entre ellos, Lucy Jones, del USGS, que hace un año advirtió dramáticamente que no hay que ignorar la amenaza del Big One.
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Source: Infobae