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viernes, septiembre 20, 2024

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Hijos “perfectos” de laboratorio, pero no lo hacemos por este importante motivo

Se puede tener al hijo perfecto?

Es un hecho: con el descubrimiento de la decodificación de los genomas a inicios de la década del 2000 la comunidad científica fue capaz de entender de forma definitiva los componentes del ADN en cada organismo. Posteriormente en 2013 se dio a conocer la técnica CRISPR, una serie de procedimientos genómicos que ya no solo permitían detectar con exactitud un código de ADN, sino modificarlo.

En la actualidad los biólogos especializados en genética son capaces de manipular a su antojo el ADN de plantas, bacterias y algunos animales pequeños. Muchos de estos expertos sostienen que ya se cuenta con la tecnología necesaria para modificar la genética de los humanos, especialmente si hablamos de aquellos bebés que vienen en camino, pero pocos se atreven a intentarlo.

En la serie de documentales En pocas palabras de Netflix, se dedica un episodio a la edición genética. Este audiovisual reúne a los mejores especialistas genómicos y sociólogos a nivel mundial para que expliquen por qué el CRISPR aún no es opción para los humanos.

El afamado sociólogo John Evans explica que la raíz del debate en torno al CRISPR radica en que estamos pensando en futuras mejoras sin priorizar los problemas actuales:

«Cualquier modificación que se le deba hacer al ADN en la actualidad debe ser para aliviar alguna enfernedad o dar esperanzas a quien necesita un órgano para seguir viviendo. Cuando crucemos la barrera y determinemos que un humano en camino debe tener características específicas de ventaja en relación a otros, habremos cruzado una línea ética de la que no podremos retroceder».

Jennifer Doudna ingeniera genómica pionera del CRISPR explica por qué es tan diferente la posibilidad de modificar el ADN en humanos ya existentes si lo comparamos con editar genes en un embrión o un esperma:

«Podemos clasificar nuestras células genéticas en dos grupos: las somáticas (presentes en huesos, sangre, órganos desarrollados) y las germinales (presentes en espermatozoides y óvulos). Las somáticas no representan ningún dilema ético porque al editarlas solo afectaremos al sujeto que las aloje. Si empezamos a modificar las germinales, cargaremos a un sujeto de características predeterminadas desde antes de nacer, por lo tanto su reproducción futura y la perpetuación de su ADN afectaría a terceros y con el tiempo hasta a una población entera».

Además, las razones y percepciones sobre una posible “mejora” en el ADN varían. Para Rebecca Codley —una reconocida activista de derechos humanos que vive con enanismo—, su condición no representa un obstáculo ni algo que deba ser “erradicado”:

«Nací con enanismo y no cambiaría nada de lo que he vivido hasta ahora. Soy madre y nunca pensaría en mi condición como un defecto, aunque sé que muchas personas así lo asimilan».

Como ves, la ciencia ficción que hemos visto en películas como Gattaca (1997), en donde la modificación de ADN en los futuros hijos de la sociedad mundial en general olvida tomar en cuenta muchas cuestiones subjetivas.

Ya existen los primeros grupos científicos que comienzan a preparar el terreno para una modificación de ADN en un embrión humano, pero con las leyes restrictivas en al menos 25 países respecto a la modificación genética y la cuestionable cantidad de voluntarios dispuestos a entrar a la experimentación, el CRISPR aún tiene un largo camino pro recorrer.

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