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Zúñiga y Miranda, el espiritista que quiso ser presidente de México 9 veces

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Zúñiga y Miranda, el espiritista que quiso ser presidente de México 9 veces

Se llamaba Nicolás Zúñiga y Miranda y solo existe una fotografía de él: alto, delgado, con la mirada perdida y un bigote que se recortaba sobre sus labios finos. En la mano derecha un bastón, guantes blancos. Sobre la cabeza, sombrero de copa y un aura de hidalgo.

En 1896 se enfrentó por primera vez en unas elecciones al dictador Porfirio Díaz y perdió. Nunca cejó en su empeño de ser presidente de México –ni cuando estuvo en la cárcel acusado de conspiración- convirtiéndose en la persona que más veces se ha presentado a unas elecciones en el país. Nueve. Su vida política corrió en paralelo a la Revolución Mexicana de Zapata y Villa, un momento convulso de la historia que vio a seis presidentes distintos llegar al poder.

Zúñiga los enfrentó a todos y perdió siempre. Se ganó a pulso el título de “El candidato perpetuo” mientras se hundía en los problemas mentales y sus contemporáneos observaban con asombro sus ocurrencias políticas y científicas.

El abogado de zacatecas propuso enseñar tácticas de jiu jitsu al ejército mexicano, se ofreció como negociador con el ejército revolucionario a comienzos del siglo XX, y se ofreció a convocar una reunión de presidentes municipales, partidos y autoridades para analizar el efecto que tenían las estrellas sobre la política internacional. También decidió organizar una sesión de espiritismo en la que invocar a Aristóteles, el rey de España (Alfonso XIII), el káiser de Alemania, el rey de Inglaterra y el zar de Rusia y conseguir así alcanzar la paz en Europa.

“Salió publicado en los periódicos de la época”, cuenta Rodrigo Borja Torres, historiador y autor de la biografía Nicolás Zúñiga y Miranda o el candidato perpetuo. “Porfirio se dio cuenta de que Zúñiga no era ningún peligro para él y que su candidatura podría funcionar como válvula de escape para la tensión que había en el país. La clase política lo tomaba más bien a broma”, explica.

En la película México de mis recuerdos (1944) de Juan Bustillo Oro, aparece el personaje de Zúñiga y Miranda:

Zúñiga también se hizo popular por construir una máquina que según él, predecía los terremotos, el ‘seimeono’. “Predijo un temblor en la capital que se cumplió y se hizo famosísimo. En realidad fue como el burro que tocó la flauta”, cuenta Rodrigo Borja. “Con esa máquina predijo un segundo temblor que según él iba a destruir por completo la Ciudad de México. Iba a estallar el Popocatépetl y el Peñón de los Baños. Mucha gente entró en pánico porque confiaba en él”.  Al final el invento no funcionó y una turba enfurecida acabo linchando a Zúñiga que dio con sus huesos en el hospital.

Originario de Zacatecas, publicó sus reflexiones y las de su partido el Club Nacional Zuñiguista a través de varios periódicos propios: El Incensario, El Semanario Zuñiguista, La Voz Zuñiguista y El Mexicano. En 1900, de nuevo contra Porfirio, denunció por primera vez ante el Congreso mexicano un fraude electoral, argumentando que él era el “Presidente legítimo de México”.

La cara de este personaje también forma parte de la historia del arte mexicano. Diego Rivera le retrató en su famoso cuadro Sueño de una tarde dominical en la Alameda. El candidato perpetuo aparece del lado derecho, saludando a Porfirio con la mano en la chistera. “Está representado con un manifiesto del Club Político Zuñiguista detrás. Nicolás mira a Porfirio, quizá soñando con la presidencia. Es probable que Diego lo incluyera como una burla a Porfirio Díaz”, explica el historiador Borja Torres.

En 1914 un año después de que Victoriano Huerta mandara asesinar a Francisco I. Madero, se convocan elecciones y por primera vez en la Ciudad de México, el abogado obtuvo más votos que el presidente. “La gente estaba tan enojada con Huerta que prefirieron a Zúñiga y Miranda”, relata el historiador.

El candidato eterno se presentó a las elecciones en 1896, 1900, 1904 y 1910 contra Díaz; contra Madero en 1911; Victoriano Huerta en 1914; Venustiano Carranza en 1917; Álvaro Obregón en 1920 y contra Plutarco Elías Calles en 1924.

En 1925 y después de toda una vida dedicada a la política, don Nicolás murió a los 60 años, sumido en la locura y en la más absoluta pobreza. Acabó sus días en una casa de huéspedes en la calle Amargura, en el barrio de La Merced. Nunca se supo donde fueron enterrados sus restos, Rodrigo Borja comenta que pudieron ser llevados a Zacatecas. “Si lo piensas era un poco don Quijote”, comenta. “Estaba empeñado en deshacer entuertos aunque los acababa haciendo más grandes”.

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Source: El Ciudadano