Entre el seísmo Weinstein y los nuevos desafíos de la industria cinematográfica, el Festival de Cannes debe reinventarse para permanecer como el mayor certamen del mundo. Una transformación que ya parece haber emprendido.
- La revolución de las mujeres –
En la senda del movimiento #MeToo, el Festival de Cannes habrá sido el más feminista de su historia.
Se clausuró el sábado con una inesperada intervención de la italiana Asia Argento, una de las actrices que denunció a Harvey Weinstein. Auguró que la “impunidad” de quienes acosan a las mujeres dejará de tener lugar en la industria cinematográfica. “Sabemos quiénes son”, dijo en la ceremonia del palmarés.
Días antes, la imagen de 82 mujeres del séptimo arte, encabezadas por la presidenta del jurado, la actriz australiana Cate Blanchett, protestando en la alfombra roja para reclamar la igualdad salarial y un lugar de trabajo “seguro”, hizo historia.
En cambio, una vez más no hubo Palma de Oro femenina, que habría supuesto la segunda para una mujer, 25 años después de que se la llevara la neozelandesa Jane Campion por “El piano”.
El jurado recompensó no obstante a dos de las tres directoras en liza (frente a 18 directores): la libanesa Nadine Labaki, Premio del Jurado por “Cafarnaúm”, y la italiana Alice Rohrwacher, premio ex aequo al mejor guión por “Lazzaro Felice”.
Al abrir el Festival, Blanchett había abogado por ver a más mujeres cineastas en competición. ¿Quizás el próximo año?
- Sin Netflix y menos Hollywood –
La creciente importancia de las plataformas de internet en la producción y difusión de películas está transformando la industria.
Pero después de haber seleccionado dos filmes de Netflix en competición el año pasado, el Festival debió prescindir de sus películas en esta edición, puesto que el gigante estadounidense rechaza plegarse a las normas francesas.
“Netflix es bienvenido a Cannes. Sigamos hablando”, subrayó el delegado general del Festival, Thierry Frémaux.
Pero por ahora los tres años de espera que la ley francesa impone a un distribuidor entre la salida de un filme en cines y su disponibilidad en internet son juzgados inadmisibles por Netflix. Y el Festival de Cannes obliga a estrenar en las salas francesas todas las películas seleccionadas.
Una posible consecuencia colateral: este año solo dos películas estadounidenses estuvieron en liza por la Palma de Oro, entre ellas “BlacKKKlansman”, de Spike Lee, que se llevó el Gran Premio.
El distanciamiento entre Cannes y Hollywood también se ha justificado en la crítica voraz que puede recibir una película en Cannes, así como en que algunos cineastas preferirían presentar sus trabajos en festivales más cercanos a los Óscar en el tiempo, como Venecia y Toronto.
- Más cine de autor –
Esta baja representación de filmes de Hollywood, acompañada de una escasa presencia de sus estrellas en la alfombra roja – salvo para el estreno de “Solo”, el nuevo spin off de Star Wars -, llevó a la revista Hollywood Reporter a hablar de un “declive” del Festival.
Cannes se centró este año más en el cine de autor internacional, especialmente de Asia y Oriente Medio.
Seleccionó a dos directores con problemas en sus países: el ruso Kirill Serebrennikov, bajo arresto domiciliario, y el iraní Jafar Panahi, que no puede salir del país.
La Palma de Oro se la llevó el consagrado director japonés Hirokazu Kore-Eda por “Shoplifters”, en un palmarés que también galardonó a la libanesa Nadine Labaki.
Para algunos, como la revista Vanity Fair, Cannes se reafirmó así “como el primer destino internacional de un cine audaz y atrevido”.
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