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sábado, septiembre 21, 2024

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“La Sebastiana”, la casa de Neruda para “astronavegaciones”

El mundo de Pablo Neruda puede respirarse en cada rincón de sus tres casas, con objetos característicos y comunes en todas ellas que le imprimen un sello “nerudiano” inconfundible.Sin embargo, “La…

El mundo de Pablo Neruda puede respirarse en cada rincón de sus tres casas, con objetos característicos y comunes en todas ellas que le imprimen un sello “nerudiano” inconfundible.

Sin embargo, “La Sebastiana” tiene un toque especial por su original arquitectura.

Copas de colores, cuadros y objetos provenientes de los lugares más alejados del mundo conforman un particular estilo que se entremezcla, en el caso de las casas de Isla Negra y Valparaíso, con una espectacular y amplia vista al Océano Pacífico.

“La Sebastiana” es la residencia que el vate tenía en el cerro Florida de este puerto, distante 120 kilómetros al noroeste de Santiago, y que es mantenida como casa-museo por la Fundación Neruda para que los turistas conozcan el universo en el cual estaba inmerso el poeta.

En 1959, el poeta les encarga a sus amigas Sara Vial y María Martner la búsqueda de una “casita” en este puerto para “vivir y escribir tranquilo” en esta ciudad que se caracteriza por tener sus viviendas como si estuvieran “colgadas” de los cerros.

Pero no podía ser una casa común y corriente. El poeta decía que la vivienda “no puede estar muy arriba ni muy abajo. Debe ser solitaria pero no en exceso. Vecinos, ojalá invisibles. No deben verse ni escucharse. Original pero no incómoda. Alada pero firme”.

Además, la casa debía ser “ni muy grande ni muy chica. Lejos de todo pero cerca de la movilización, independiente pero con comercio cerca. Además tiene que ser barata”.

Todas estas condiciones las cumplía la vivienda del cerro Florida, uno de los 42 cerros que rodea la bahía de Valparaíso y donde miles de coloridas casas conforman una particular postal de esta ciudad distinguida como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Construida por el español Sebastián Collado, cuyo nombre sirvió de inspiración a Neruda para bautizar su casa, “La Sebastiana” estuvo deshabitada por varios años y cuando sus amigas la encuentran sólo está en obra gruesa.

Como la encontró muy grande para vivir con su adorada Matilde Urrutia, el vate le planteó a Martner, una reconocida escultora que realizó varios murales en la vivienda, y a su marido, el médico Francisco Velasco, que la compraran, en 1959, en partes iguales.

La pareja de amigos se quedó con el patio de la casa, el subterráneo y los dos primeros pisos, mientras que Neruda habitó los tres últimos pisos de la vivienda, los cuales tenían una espectacular vista de Valparaíso, en particular para observar cada 31 de diciembre el festival de fuegos artificiales de la bahía para recibir el nuevo año, como ocurrió con 1973.

Luego de varios meses de trabajos, la vivienda fue inaugurada con una fiesta el 18 de septiembre de 1961, después de una gira del poeta por Europa, de vivir algunos meses en París, de visitar La Habana y publicar la edición definitiva de sus “Cien sonetos de amor”.

A la inauguración fueron invitados los amigos de Neruda que habían ayudado a terminar de construir “La Sebastiana”, la cual está inmortalizada en el poema del mismo nombre incluido en su libro “Plenos poderes”.

“Yo construí la casa/La hice primero de aire/Luego subí en el aire la bandera/y la dejé colgada/del firmamento, de la estrella, de/ la claridad y de la oscuridad”.

Fue el propio vate quien “condujo” a sus invitados por los rincones de su nueva casa, recorrido que finalizaba en el quinto piso, la torre, donde colocó catalejos con los cuales se entretenía mirando el puerto.

Memorable es la anécdota respecto que a sus amigos les decía que miraran por el catalejo hacia una casa ubicada en uno de los cerros cercanos, en cuya terraza, supuestamente, solía tomar el sol una mujer desnuda. Ninguno de sus amigos nunca logró verla, por lo que ellos decían que sólo se aparecía en la cabeza de Neruda.

La terraza del quinto piso de “La Sebastiana”, según el poeta, estaba construida como “cancha para helicópteros” y para “posibles astronavegaciones”.

En la vivienda, Neruda colocó, entre muchos adornos, un caballo de madera traído de París y sus tradicionales botellas de colores de diferentes formas, además de un bar donde sólo él podía estar tras la barra para preparar el famoso trago “Coquetelón”.

Tras el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, la vivienda fue allanada por las fuerzas militares y desvalijada casi en su totalidad, por lo que Matilde decidió no visitarla nunca más en su vida.

Si llegó al lugar, días después de la muerte de Neruda, el 23 de septiembre de 1973, el doctor Velasco para ver el estado en el cual había quedado la casa que compartía con el vate.

Varios vecinos le advirtieron que algo raro ocurría en el lugar, por lo que subió con precaución hasta el living, donde encontró un águila que, hasta ahora, nadie se explica cómo entró a la casa porque estaba completamente cerrada.

Velasco recordó ese mismo día que Neruda le había dicho, alguna vez, que de existir otra vida le habría gustado ser un águila, por lo que la inexplicable presencia del ave tenía un sentido.

La casa permaneció cerrada hasta que la Fundación Neruda consiguió recursos internacionales para comprar la parte del matrimonio Velasco Martner, restaurarla y convertirla en museo en 1991.


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