“¿Dónde están las cabezas diminutas?”
Cuando hagas esta pregunta y alguien te responda “dirígete a la zona del cerebro de orangután y pasa por la pierna del leproso”, querrá decir que estás en el Museo Mütter de la Escuela de Médicos de Filadelfia.
El Mütter es un museo médico de renombre mundial que reúne las maravillas para cualquiera que tenga curiosidad sobre el cuerpo humano, especialmente lo que sucede cuando sufrimos enfermedades, lesiones o condiciones que hacen que nuestra morfología se desvíe de la norma.
En un fin de semana frío y nublado del Día del Trabajo en Estados Unidos, el cálido interior de madera y las suaves luces del museo son reconfortantes en la forma en que los edificios académicos antiguos, a menudo, lo son. Esto es cierto aunque lo primero que se ven son 139 cráneos humanos, en hileras largas y ordenadas.
Es la colección del anatomista Josef Hyrtl, destinada a mostrar la diversidad de cráneos caucásicos en Europa y desacreditar la teoría de la frenología, que sostenía que la forma del cráneo indicaba inteligencia y que las “diferencias raciales causaban diferencias anatómicas”.
La colección del museo es fantástica, con especímenes únicos como gemelos fetales unidos por el cráneo, hasta la porción del cerebro de Einstein o algo tan común como un corazón humano o una selección de calaveras. El megacolon gigante, un colon humano del tamaño de una alfombra enrollada es un ejemplo perfecto de por qué esto es tan importante. Es el colon de un hombre de 29 años que padecía la enfermedad de Hirschsprung, en la que los nervios del colon no se desarrollan adecuadamente y los alimentos ingeridos no logran procesarse. El hombre murió en 1892. La condición, ahora, es fácil de tratar, aliviando así un aspecto del sufrimiento humano a través del avance de la medicina, que es algo de lo que trataba el médico Thomas Dent Mütter.
Este museo “honra a varios doctores pioneros del siglo XIX”, dedicado a la misión de la universidad de “avanzar en la ciencia de la medicina y de ese modo disminuir la miseria humana”, según comenta la curadora del museo Mütter, Anna Dhody, por correo electrónico. “Obviamente no honramos a ninguno más que a nuestro homónimo Dr. Mütter”, explica.
Un modelo médico en exhibición fue llevado a Estados Unidos por Mütter en 1831, cuando regresó de estudiar medicina en París. El cuerpo recibe el nombre de Madame Dimanche, una mujer que tenía un cuerno que crecía en su frente, curvado justo debajo de su barbilla. Finalmente fue removido por los cirujanos. En su libro Dr. Mütter’s Marvels: A True Tale of Intrigue and Innovation at the Dawn of Modern Medicine, Cristin O’Keefe Aptowicz escribe que en este modelo, Mütter “vio su futuro”.
De hecho, se convertiría en un pionero en el campo de la cirugía plástica.
En nuestra cultura popular actual, los pechos boyantes y los labios inflados están de moda. En la época de Mütter, eso era algo revolucionario y muy pocos tenían elección de hacerse algo así. Un popular maestro y cirujano de la Universidad Thomas Jefferson de Filadelfia, se hizo conocido por su trabajo sobre las víctimas de quemaduras y las personas con afecciones como el pie zambo o el paladar hundido. Inventó una técnica quirúrgica llamada the Mütter flap (sus variaciones todavía se utilizan hoy en día) y fue el primer cirujano de Filadelfia en utilizar anestesia con éter a mediados del siglo XIX, lo que nos invita a imaginar cómo sería la cirugía sin ella.
El libro de Aptowicz, bellamente escrito, describe cómo Mütter abogó por cosas que ahora damos por sentadas, como el cuidado posterior y la limpieza. También hace referencia a su amable empatía con sus pacientes. Dejó su colección médica en la facultad y donó USD 30,000 (más de USD 800,000 en la actualidad), lo que hizo posible el museo. Una estipulación de su legado fue el uso continuo de la colección “con fines educativos y científicos a través de nuestro Centro de Educación y el Instituto de Investigación Mütter”, explica Dhody. “Nos gustaría pensar que el Dr. Mütter estaría muy contento con el trabajo que estamos haciendo, aprovechando su don original”.
En este museo no vas a poder evitar aprender algo, incluso algo tan simple como el respeto por un colon saludable.
No puedo evitar preguntarme, sin embargo, de dónde viene el deseo de tantos de nosotros de buscar rarezas, de mirar un esqueleto de gemelos unidos o verrugas genitales ensartadas como un collar ¿Por qué nos gusta esto?
Oriana Aragón, psicóloga y profesora asistente en el departamento de mercadeo de la Facultad de Negocios de la Universidad de Clemson, sospecha que hay varias razones que explicarían el éxito de Mütter.
Primero, hay una “emoción evocadora”, un poco de adrenalina por el impacto de ver las cosas asombrosas que nuestro cuerpo es capaz de ver en persona, no en una pantalla, para poder creerlo por completo.
“Están buscando sentimiento” de asombro e intriga, apunta ella.
Lo segundo es el acceso. Todo lo que aprendemos sobre nuestros cuerpos puede contribuir a nuestra supervivencia; aquí, estamos obteniendo información clasificada.
“No somos médicos, no tenemos acceso a este mundo”, dice ella. Bonificación: el entorno del museo nos da permiso para ser curiosos. No se puede simplemente mirar el cuello de un compañero de trabajo y decir: “¿Es eso una erupción?”. Aquí eres libre de satisfacer tu interés.
Finalmente, Aragón dice que “cuando comparas la experiencia de otra persona en relación a ti, estás asignando su experiencia a tu experiencia”. Estas sintiendo empatía, preguntándote cómo, por ejemplo, pasarías el día si estuvieras unido a un hermano.
Además, al mirar a través de los cristales de la exhibición, a menudo, uno capta su propio reflejo impuesto sobre qué o quién está detrás de él y se mezclan con el ejemplo de la lepra o la gangrena. Te permite hacer un mapa de esa experiencia, pero puede darte una sensación de seguridad porque no te está pasando a ti.
Me sorprendió el extraño catálogo de humanos de Mütter y la naturaleza variable y vulnerable de nuestros cuerpos. Vemos suficientes cuerpos “perfectos”, demasiados. El Mütter nos invita a conectarnos más profundamente. Como dice el texto de la exhibición , “aunque el desarrollo humano anormal ha sido estudiado y clasificado por la ciencia médica, todavía toca la parte más profunda de nuestra psique, lo que nos lleva a cuestionar lo que significa ser imperfecto”.
Significa estar conectado. Cuando te das cuenta de cuán vulnerables son nuestros cuerpos y que todos somos raros, entonces nadie lo es.
Source: Infobae