Home Noticias La horrible historia del militar del Ejército que se convirtió en asesino en serie

La horrible historia del militar del Ejército que se convirtió en asesino en serie

0
La horrible historia del militar del Ejército que se convirtió en asesino en serie

Imágenes a través de los archivos judiciales

La oscura historia del coronel de las fuerzas aéreas Russell Williams y su detención.

Pese a que han transcurrido siete años desde la grabación del interrogatorio de Russell William, el 7 de febrero de 2010, en una pequeña sala de la comisaría de policía de Ottawa, el video sigue resultando tremendamente impactante.

La cinta captura en toda su intensidad el juego emocional e intelectual del ratón y el gato entre un policía veterano y un hombre poderoso y despiadado que, poco a poco, va dándose cuenta de que el juego toca a su fin, de que no tiene más margen de maniobra. Muestra el momento exacto en que Williams toma conciencia de que va a pasar el resto de su vida entre rejas.

En la filmación, de varias horas de duración, Smyth consigue que Williams confiese los asesinatos de Marie-France Comeau, de 38 años, y de Jessica Lloyd, de 27. No son imágenes dramáticas, propias de una serie de televisión. No hay gritos, nadie pierde el control; no hay amenazas ni palizas. Smyth le expone la evidencia y Williams asume que la Policía lo sabe todo: que secuestró y asesinó violentamente a dos mujeres y agredió a otras dos.

Williams había llevado a importantes personalidades en avión, entre ellas, a la Reina de Inglaterra, al Gobernador General de Canadá y, al menos, a un primer ministro. Creció en una casa acomodada del barrio de Scarborough, en las afueras de Toronto, y acabó siendo prefecto de la exclusiva Upper Canada College

Cuando se publicó el video del intercambio entre Williams, coronel de la Real Fuerza Aérea canadiense, y el detective sargento Jim Smyth, de la Policía Provincial de Ontario, sobrecogió al público canadiense y del resto del mundo, no solo por su contenido, sino por la figura que representaba Williams: era el comandante de una de las mayores bases aéreas de Canadá, un oficial de alto rango y muy respetado por sus compañeros.

Williams había llevado a importantes personalidades en avión, entre ellas, a la Reina de Inglaterra, al Gobernador General de Canadá y, al menos, a un primer ministro. Creció en una casa acomodada del barrio de Scarborough, en las afueras de Toronto, y acabó siendo prefecto de la exclusiva Upper Canada College. Poco después de graduarse de la Universidad de Toronto, se alistó en las fuerzas aéreas canadienses, donde sirvió durante 23 años, siendo considerado por todos un oficial ejemplar.

¿Cómo pudo una persona con un perfil público como el suyo llevar esa doble vida durante tanto tiempo, sobre todo teniendo en cuenta que cometió más de 80 allanamientos en el área relativamente segura de Ontario? La Policía solo reparó en él tras la desaparición de Jessica Lloyd, y fue más gracias a su exhaustiva labor que por algún resquicio en la fachada de normalidad cuidadosamente planeada de Williams.

¿Cómo pudo una persona con un perfil público como el suyo llevar esa doble vida durante tanto tiempo?

Según los psicólogos forenses, pese a su violencia y perversión, Williams no era un psicópata. Era algo peor aún: un hombre con importantes desviaciones sexuales y una absoluta falta de empatía hacia sus víctimas, que era capaz de controlar sus impulsos para evitar ser detectado. A diferencia de los psicópatas, cuya falta de autocontrol facilita relativamente su captura por la policía, Williams actuaba con claridad de mente y discreción cuando era necesario.

“Eso es lo que hace que sea tan difícil detectar a un tipo como él”, señaló Liam Ennis, psicólogo forense de la Universidad de Alberta. “Su desviación sexual es como una olla exprés, pero su lóbulo frontal funciona lo suficientemente bien como para permitirle pulsar el botón de pausa”.

A diferencia de los psicópatas, cuya falta de autocontrol facilita relativamente su captura por la policía, Williams actuaba con claridad de mente y discreción cuando era necesario

Según Ennis, no hay forma de detectar a criminales como Williams. En esos casos, la única solución es trabajar analizando sus pasos en orden cronológico inverso. “Un aspecto importante es hablar con sus parejas sexuales”, añade. “Podemos asumir que estos depredadores sexuales albergan un tremendo odio hacia las mujeres —quizá esto es tan obvio que sea una tontería señalarlo— y sufren un claro trastorno sexual, por lo que es interesante saber si sus anteriores parejas sexuales y novias advirtieron algún comportamiento extraño en ese aspecto”.

Las parafilias como la de Williams suelen aflorar durante la adolescencia o cerca de los veinte años, lo que lleva a Ennis y a otros expertos a creer que Williams llevaba décadas conviviendo con estos impulsos que finalmente lo llevaron a cometer los asesinatos.

[youtube https://www.youtube.com/watch?v=zLJzNpVrcGU?feature=oembed]

El primer crimen de Williams del que se tiene constancia ocurrió en septiembre de 2007, año en que empezó a entrar en las casas de sus vecinas en Tweed, una población de 1.800 habitantes, entre Montreal y Toronto. Las primeras víctimas fueron una familia que vivía a pocos metros de la casa de campo que Williams y su mujer tenían en Cosy Cove Lane. La familia mantenía una relación cordial con los Williams, a quienes habían invitado a cenar y a pescar juntos en varias ocasiones.

Williams les agradeció su generosidad allanando su vivienda tres veces. Según el Toronto Star, en uno de los asaltos, Williams se hizo una foto “desnudo, tumbado en la cama, masturbándose con unas medias rojas que se cree que pertenecían a la hija de 12 años de sus vecinos. En catorce de las fotos que se hizo aquella noche, Williams aparece ‘con el pene sobresaliendo de la ropa interior (robada)'”, afirmó el fiscal Robert Morrison.

En uno de los asaltos, Williams se hizo una foto “desnudo, tumbado en la cama, masturbándose con unas medias rojas que se cree que pertenecían a la hija de 12 años de sus vecinos”

Con los años, este comportamiento acabaría convirtiéndose en un patrón. Williams entraba en casas y robaba prendas íntimas —a veces de niñas de tan solo nueve años— con las que se vestía y masturbaba. Morrison señalaba que “Williams primero fotografiaba el dormitorio de la víctima y luego la ropa interior. A continuación, disponía las prendas meticulosamente sobre la cama o en el suelo y luego se las ponía y se masturbaba”.

“Otro de sus rituales consistía en dar la espalda a la cámara y mirar hacia atrás por encima del hombro. También había muchos primeros planos de su pene sobresaliendo de la ropa interior femenina”, dijo Morrison.

Otras veces dejaba mensajes a las chicas en su propia habitación, como el “Merci” que escribió en el ordenador de una preadolescente.

“Había muchos primeros planos de su pene sobresaliendo de la ropa interior femenina” — Robert Morrison, fiscal

La Policía acabó encontrando miles de fotografías que Williams había ido reuniendo. En algunas de ellas, aparecía posando con la ropa interior como si fuera un modelo; en otras, se lo veía masturbándose en la cama de las jóvenes.

“Había fotos en las que aparecía rodeado de muñecos de peluche y braguitas de niña, o vestido con saltos de cama o camisolas. En todas ellas su expresión era severa, como si estuviera pasando revista”, señalaba la noticia en el Star.

Entre septiembre de 2007 y noviembre de 2009, Williams cometió un total de 82 allanamientos en 48 hogares en la región de Tweed-Belleville y en Ottawa. La mayoría pasaron desapercibidos y, por tanto, no se presentaron denuncias a la Policía.

Sin embargo, los rumores se habían extendido entre los vecinos de la zona, generando un ambiente de nerviosismo, especialmente en Tweed, una pequeña localidad en la que, como el periodista local Tim Durkin nos aseguró, “todo el mundo se conoce. Eso era lo más extraño de todo”.

Los rumores se habían extendido entre los vecinos de la zona, generando un ambiente de nerviosismo

Durkin, que por aquel entonces trabajaba para la cadena de radio CJBQ 800 AM, asegura que aunque todo el mundo tenía muy presentes los allanamientos, nadie sabía cómo acabaría aquello.

“En los medios ya se había hablado de ello, pero obviamente nadie lo había relacionado con el máximo responsable de la mayor base aérea de Canadá”, afirma. “En aquel momento no se trataba más que de una serie de allanamientos”.

Sin embargo, poco a poco Williams se fue mostrando cada vez más activo. En julio de 2009, estuvo esperando oculto frente a la casa de unos vecinos de Tweed a que una joven entrara en la ducha. Aproximadamente a la 01:30 de la madrugada, Williams se desnudó, entró en la casa, se dirigió al dormitorio de la mujer y robó parte de su ropa interior. En otra ocasión, se escondió frente a la ventana del cuarto de una adolescente para espiarla desnudo mientras se masturbaba.

“En los medios ya se había hablado de ello, pero obviamente nadie lo había relacionado con el máximo responsable de la mayor base aérea de Canadá” —Tim Durkin, periodista

En septiembre, según él mismo relató a la Policía, Williams quería más estímulos, más riesgo. Así, el 17 de septiembre a la una de la madrugada, vestido completamente de negro y con la cara cubierta, Williams entró en casa de una mujer de 21 años, cerca de Tweed, mientras dormía.

La despertó de un golpe en la cabeza y rápidamente la sometió. Tras golpearla varias veces más, le ató las manos y le cubrió la cara con una funda de almohada. La mujer explicó a los investigadores que Williams le apartó el top que llevaba, le acarició los pechos y la fotografió desnuda. Luego cogió varias prendas de ropa interior y una manta de bebé y huyó.

En septiembre, según él mismo relató a la Policía, Williams quería más estímulos, más riesgo

Menos de dos semanas después, el 30 de septiembre, Williams volvió a actuar. Esta vez la víctima fue una mujer de Tweed de 46 años y madre de tres hijos. Williams entró en su casa mientras ella dormía en el sofá y empezó a golpearla y luego la inmovilizó con una manta, la ató, le vendó los ojos y la tuvo bajo su control durante tres horas y media.

Durante ese tiempo, Williams le manoseó los pechos y le hizo fotos. Llegó incluso a sacar un cuchillo con el que le rasgó la ropa. Finalmente, tras hacerle varias fotografías más, se marchó a su casa de campo, al otro lado de la calle. Aquella fue la tercera y última vez que Williams irrumpió en esa casa.

El 16 de noviembre de 2009, Williams entró en la casa de la cabo Marie-France Comeau, auxiliar de vuelo militar de 38 años. Según relató a Smyth, Williams había comprobado que la mujer vivía sola con sus dos gatos. Cuando llegó, se hizo varias fotos con su ropa interior y se fue.

Volvió ocho días después. Tras pasar media hora oculto en el sótano de Comeau, la atacó con una linterna, la dejó inconsciente, la ató y amordazó, le hizo varias fotos y la llevó a rastras hasta su dormitorio. Allí puso una cámara a grabar y la violó repetidas veces. El fiscal señalaba que durante todo el proceso, la mujer opuso resistencia y le rogó que se marchara y la dejara vivir. Williams le ordenó que se callara, le tapó la nariz con cinta adhesiva y la asfixió.

Tras pasar media hora oculto en el sótano de Comeau, la atacó con una linterna, la dejó inconsciente, la ató y amordazó, le hizo varias fotos y la llevó a rastras hasta su dormitorio. Allí puso una cámara a grabar y la violó repetidas veces

Tras haber asesinado a Comeau, William lo limpió todo y se fue a una reunión en Ottawa. Aquello debió de satisfacer temporalmente a Williams, ya que después de aquello pasó casi dos meses sin actuar.

El 27 de enero de 2010, Williams pasó en coche junto a la casa de Jessica Lloyd, de 27 años, mientras la joven hacía ejercicio en una cinta. En su declaración, Williams explicó a Smyth que la mujer le pareció “mona”, lo que le impulsó a entrar en su casa la noche siguiente, mientras esta dormía. Una vez más se repitió la historia: Williams golpeó y ató a Lloyd, le tapó los ojos con cinta adhesiva, preparó una cámara de video y la violó varias veces durante horas, parando de vez en cuando para hacer fotos.

Aproximadamente a las 20:00 horas, casi 20 horas después de la primera agresión, Williams le dijo a Lloyd que la llevaría a casa. Sin embargo, al salir de la casa, la golpeó en la cabeza y la estranguló. Luego envolvió el cadáver en una manta y lo dejó en el garaje.

Al salir de la casa, la golpeó en la cabeza y la estranguló. Luego envolvió el cadáver en una manta y lo dejó en el garaje

Aquello ocurrió un viernes. Esa misma tarde, Williams acudió a la base, realizó los vuelos que tenía programados al día siguiente y pasó el resto del fin de semana en su casa de Ottawa, con su mujer. El martes siguiente (2 de febrero), Williams regresó a Tweed y, cerca de la medianoche, se deshizo del cadáver de Lloyd en una zona boscosa cercana.

La desaparición de Lloyd no pasó en absoluto desapercibida. Era una chica muy popular y su familia muy conocida en la zona. Durkin la describió como “una chica normal y corriente”. En unas declaraciones, el mismo periodista dijo: “Mucha gente vivía con miedo, sobre todo quienes vivían solas o en casas aisladas. Se respiraba una sensación constante de miedo”.

La policía provincial de Ontario, que había iniciado las investigaciones, halló marcas de neumático y huellas de calzado cerca de la casa de Lloyd. La tarde del martes 4 de febrero, bloquearon los accesos de la autopista 37, que conecta Belleville con Tweed. Pararon a todo vehículo que tomara esa ruta e inspeccionaron sus neumáticos tratando de hallar coincidencias.

Entre esas personas estaba Russell Williams, quien, por suerte para la Policía, ese día conducía precisamente su Pathfinder y no el BMW. Tras establecer una coincidencia preliminar, el domingo 7 de febrero, Williams fue convocado por la Policía para someterse a un interrogatorio.

La primera vez que aparece en el encuadre de la cámara de la sala de interrogatorios de la comisaría de policía de Ottawa, Williams desprende la seguridad de un hombre acostumbrado a impartir órdenes. Charla con el detective sargento Smyth mientras masca chicle despreocupadamente, como quien no tiene la menor preocupación y está dispuesto a colaborar en lo que haga falta. Le ofrecen café y la posibilidad de llamar a un abogado, pero Williams las declina. A continuación, ambos repasan los lugares en los que Williams estuvo la semana anterior. Smyth, que se muestra relajado y en ningún momento consulta sus notas, anima a Williams a proseguir con su relato.

En cierto punto, aparentemente preocupado por que el interrogatorio pudiera perjudicar su imagen y la de las fuerzas aéreas canadienses, William pide discreción en la gestión de este asunto, y Smyth le asegura que intentarán serlo en la medida de lo posible.

Hablan durante más de una hora. Poco a poco, pregunta a pregunta, el espectador es testigo de cómo Smyth pone a Williams contra las cuerdas.

Tras poner varios documentos en la mesa frente a Williams, el detective le dice que se están llevando a cabo registros en sus casas de Tweed y Ottawa y que su vehículo ha sido requisado

Finalmente, Smyth le plantea claramente la situación a Williams: las investigaciones han revelado que las huellas de neumáticos encontradas en la parte trasera de la casa de Jessica Lloyd coinciden, tanto en el dibujo como en la anchura, con las ruedas de su vehículo. Asimismo, un testigo vio aparcado allí un todoterreno cuya descripción también concuerda con la del Pathfinder de Williams.

“El problema, Russell”, dijo Smyth sin abandonar su tono pausado y tranquilo, “es que cada vez que salgo de esta sala aparece un nuevo problema. Y no son problemas que te desvinculen, sino que más bien te señalan. Y quiero que veas a lo que me refiero”.

A continuación, Smyth le muestra fotos de huellas de calzado halladas en las inmediaciones de la casa de Lloyd y prepara el terreno para su siguiente movimiento, anunciándole que este tipo de huellas pueden llegar a ser únicas, como las dactilares. Acto seguido, le muestra la fotocopia de la bota que Williams se quitó horas antes ese día. “No soy experto en identificación de huellas de calzado”, señala Smyth, “pero estas dos son idénticas”.

En ese preciso instante, a Russell Williams se le viene el mundo encima, aunque no de forma instantánea: el hombre sigue asintiendo, mirando las fotos sin mediar palabra. Su silencio se prolonga unos instantes más, pese a la insistencia de Smyth para que diera una explicación.

“No sé qué decir”, murmura Williams.

En ese momento, Smyth suelta el bombazo: tras poner varios documentos en la mesa frente a Williams, el detective le dice que se están llevando a cabo registros en sus casas de Tweed y Ottawa y que su vehículo ha sido requisado. “Tu mujer ya sabe lo que está pasando”, añade.

Mientras Smyth le pone al corriente de todo, añadiendo que están a la espera de un análisis completo de ADN hallado en el cadáver de Marie-France Comeau, que también se está procediendo al registro de su oficina, que su credibilidad se está esfumando, que no cree que sea un psicópata y que se proseguirá con la búsqueda del cuerpo de Jessica Lloyd hasta dar con él, Williams va tomando conciencia de que su vida tal y como la conocía hasta ese momento había llegado a su fin.

A lo largo de todo el interrogatorio, hay una constante en Williams: su mujer y su voluntad de que la investigación tenga el menor impacto posible sobre ella

Desconcertado, solo acertaba a asentir con la cabeza, coger las fotos, volverlas a dejar en la mesa, suspirar, cruzarse de brazos y permanecer en silencio. Durante más de una hora y media, Smyth se esfuerza por convencer a Williams, muy calmadamente, e incluso se diría que con delicadeza, de que todo ha terminado y es momento de que ayude a la Policía a encontrar el cadáver de Jessica.

A lo largo de todo el interrogatorio, hay una constante en Williams: su mujer y su voluntad de que la investigación tenga el menor impacto posible sobre ella.

Ese es el momento en que accede a contárselo todo a Smyth: dónde encontrar el cadáver de Jessica, cómo entró en las casas de sus víctimas y qué les hizo —los detalles resultan estremecedores, especialmente de boca de Williams, que los narra con el mismo tono monótono y carente de expresividad—. Finalmente, Williams revela a Smyth el lugar en el que oculta las tarjetas de memoria en las que almacenaba las fotos y los videos de sus víctimas. Sin perder la compostura, Smyth escucha atentamente la declaración de Williams.

La familia de Jessica Lloyd habla con la prensa tras el juicio en Belleville (ON / The Canadian Press)

“¿Por qué crees que ha ocurrido todo esto?”, le pregunta Smyth en un momento dado.

“No sé”, responde Williams.

“¿Has pasado mucho tiempo pensando en ello?”, prosigue Smyth.

“Sí, pero no sé la respuesta”, confiesa Williams. “Y estoy seguro de que tampoco importa”.

En septiembre de 2010, William fue declarado culpable de todos los cargos que se le imputaban y sentenciado a dos cadenas perpetuas. Su mujer, que se consideró a sí misma una víctima más, se divorció de él. Las víctimas interpusieron demandas contra la pareja, si bien en todos los casos se llegó a acuerdos extrajudiciales. Williams actualmente cumple condena en Port-Cartier, Quebec, a unos 850 kilómetros al norte de Montreal.

Russell Williams tenía 46 años cuando asesinó a Marie-France Comeau y a Jessica Lloyd.

Los psicólogos forenses con los que hablamos afirman que su caso es muy poco habitual, ya que la mayoría de las parafilias suelen manifestarse a una edad mucho más temprana, durante la adolescencia o a los veintitantos años.

“No es que alguien se levante por la mañana y piense, ¿Sabes qué? Hoy me voy a convertir en un sádico sexual y voy a agredir, torturar y asesinar a una compañera”, nos explicó Mark Olver, profesor de Psicología de la Universidad de Saskatchewan. “Por tanto, la pregunta es: ¿de dónde demonios surge ese comportamiento?”.

“No es que alguien se levante por la mañana y piense, ¿Sabes qué? Hoy me voy a convertir en un sádico sexual y voy a agredir, torturar y asesinar a una compañera” — Mark Olver, profesor de Psicología

Olver sospecha que el primer allanamiento de Williams, en septiembre de 2007, no fue la primera vez que el hombre cedía a sus parafilias. “Quizá haya estado robando prendas a amigos y conocidos, o en tiendas. Puede que tuviera fantasías de bondage y cosas así, o mostrarse agresivo con sus parejas durante las relaciones sexuales, pero que su comportamiento tampoco trascendiera. Pero con el tiempo, estas fantasías y el consentimiento de sus parejas dejan de ser suficientes y la agresividad va por más”, señala.

(Olver también aclaró que tener fantasías sadomasoquistas no es en sí mismo un síntoma de que se sufre una parafilia, sino que puede ser una forma saludable de expresión sexual entre personas, siempre que haya consentimiento).

Olver sospecha que el primer allanamiento de Williams, en septiembre de 2007, no fue la primera vez que el hombre cedía a sus parafilias

Según Ennis, las personas como Williams son capaces de modular su conducta de forma que no llamen la atención de las autoridades. Pueden contenerse y esperar una ocasión más oportuna en función del equilibrio entre su impulso sexual y su autocontrol. En este caso, el primero acaba superando al último y obliga a Williams a actuar de forma incauta”.

Han pasado siete años desde la detención de Russell Williams y tanto las Fuerzas Armadas Canadienses como los habitantes de la región de Tweed-Belleville han intentado pasar página respecto a este asunto. Williams ha sido relevado con deshonor de sus obligaciones militares, despojado de su rango, sus medallas, uniformes y estatus de oficial. El vehículo que utilizó para secuestrar a Jessica Lloyd ha sido desguazado. Sin embargo, Williams continuará recibiendo una pensión.

En Belleville, Tim Durkin nos aseguró que la población sigue mostrando un gran respeto por el Ejército, y que si bien el caso de Williams conmocionó a toda la localidad, “la gente intenta pasar página. Sin embargo, los que se han visto directamente afectados por el caso nunca van a poder pasar página. No creo que esta comunidad pueda volver a ser la que era antes, pero a la vez creo que son gente muy fuerte y con un gran aguante”.

Publicado originalmente en VICE.com.

Source: Infobae