Moscú es una ciudad que ha sobrevivido literales revoluciones, pero vivió azotada por el miedo entre los años 1978 y 2006. Primero fue Andrei Chikatilo, quien mató a al menos 52 personas, la mayoría de ellas niñas o mujeres muy jóvenes. En 1992, Chikatilo fue apresado, pero continuaron apareciendo cadáveres despedazados en las plazas, mal escondidos entre nieve y arbustos, con rostros totalmente desfigurados a golpes. ¿Habrían apresado al hombre equivocado? ¿O vivían ahora en una ciudad llena de monstruos?
Así como Chikatilo tenía un particular odio por las prostitutas, las nuevas víctimas eran indigentes y alcohólicos, hombres y mujeres abandonados por sus familias y por un régimen que había prometido cuidar a sus ciudadanos.
No fue hasta el 2006 que encontraron a Marina Moskalyova, asesinada de la forma usual, pero firmemente aferrada a un boleto de Metro. Cuando la policía investigó las cintas de seguridad del metro encontraron a Marina— acompañada por un joven Alexander Pichushkin.
Pichushkin confesó orgullosamente su plan de asesinar a 64 personas: la cantidad de espacios para moverse en un tablero de ajedrez.
Primero los tentaba con vodka y luego bebía con ellos, les preguntaba sobre su vida:
“Tenía que conocerlos bien, al menos oír sus voces, hablarles, saber de sus sueños y sus esperanzas.
Era importante para mí no matar sólo a carne. Eso era fácil. Lo importante era matar a un ser humano.
La muerte es más fuerte que el amor. Aunque el amor se considera el sentimiento más fuerte, la verdad es que es la muerte”.
Finalmente les rompía la cabeza con un martillo hasta hacer un agujero. Su “firma” era meter allí la botella de vodka que antes habían compartido.
Logró asesinar al menos 49 personas antes de que la policía lo encontrara, pero el número total nunca ha podido ser confirmado.
Expertos del Instituto Serbsky, la mejor clínica psiquiátrica de Rusia, fueron los encargados de evaluar a Pichuskin y lo declararon sano, pero con claras señales de tener un desorden narcisista y un desorden de personalidad antisocial.
A los medios declaró que sólo había matado por una importante razón:
“Maté para vivir, porque cuando matas, quieres vivir. Para mí, la vida sin matar es como para ti vivir sin comida.
Siento que soy el padre de estas personas, porque les abrí la puerta al otro mundo”.
Agregó que matar era como un orgasmo, “la mejor sensación del mundo” y que si lo liberaban lo primero que haría sería violar a una mujer y tomar vodka.
Fue condenado a cadena perpetua y sus primeros 15 años los pasó en una celda de aislamiento. Aún está en prisión y jamás ha mostrado señal de arrepentirse por sus crímenes:
“En mi caso el arrepentimiento no sólo es innecesario— está mal. Maté porque no tenía opción. Cuando estás en esa situación no hay otra salida”.
Un verdadero monstruo.
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Post y Contenido Original de : UPSOCL
Macabras confesiones del monstruo ruso que asesinó brutalmente a 49 personas: “Es como un orgasmo”
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